domingo, 18 de abril de 2010

Águilas pescadoras

Tenemos que mantenernos muy despiertos dentro de esta sociedad. Creemos que elegimos a “nuestros compañeros” –falsos compañeros- nos confiamos, delegamos, apostamos por ellos, pero se nos pegan como auténticas “pólizas” buscando ciertos intereses bajo una ambición solamente personal: sus propios intereses. Esos intereses que no son los nuestros, que no son por los que luchamos. Al final te “muerden la mano” en cuanto ven que te han superado o igualado.
Cuando menos te lo esperas, te hablan de lo de ellos y te piden para ellos. Es ahí cuando verdaderamente te enseñan la “patita”. Por eso al leer esta historia me he visto en la obligación de publicarla, y adaptándola un poco, puede servirme como ejemplo en el blog.
Diré que erase una vez...
El canal National Geografic presentó un programa que mostraba cómo hacen las águilas para atrapar peces en los lagos. Vuelan muy alto sobre el lago, y su visión es tan aguda que localizan con facilidad al pez que quieren pescar. Al verlo, doblan las alas hacia atrás y se lanzan directamente hacia él a gran velocidad. Al llegar al agua, extienden las alas, abren las garras, asen al pez y vuelven a la playa.
En ese programa, mostraron una película que presentaba un hecho poco común. Un águila se sumergió apara atrapar al pez; pero, el pez era muy grande. Al comenzar a levantar el vuelo, el águila hacía un esfuerzo muy grande. El pez era pesado y ella no lograba soportar su peso. Dándose cuenta de que no podía con su presa, trató de soltar al pez. Pero sus garras habían penetrado tan hondo en sus carnes que no podía sacarlas. Luchó mucho, pero no tuvo éxito. Comenzó a caer al lago, ahogándose, porque no pudo librarse de la caza que había atrapado.
Muchas veces, nos aferramos a cosas que en un principio no son peligrosas. Escogemos malos amigos, malos compañeros, alimentos dañinos. En fin, nuestras elecciones acaban siendo demasiado pesadas y malogradas para nosotros. Creemos que tenemos el control, y que podremos enmendar los fallos, las malas interpretaciones, las falsedades, cuando lo deseemos. Pero, sin darnos cuenta, eso se transforma en un mal mayor.
Cuando un día tratamos de librarnos y de salir, descubrimos que estamos demasiado agarrados por esas malas rutinas. ¡Estamos descontrolados! Lo mismo que le pasó al águila que no consiguió librarse del pez y murió ahogada, puede pasarnos a nosotros; y cuando intentemos solucionarlo, será demasiado tarde para abandonar el mal; ciertamente pereceremos juntamente con él.
A veces, los malos compañeros nos llevan a hacer cosas que no haríamos si no anduviéramos con ellos.
Así que ¡mantente despierto! Historias Inolvidables, Editorial APIA

Muchas gracias.

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